Crecimiento sin reformas
Guillermo Tagle Presidente Credicorp Capital Chile
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Guillermo Tagle
Parte importante del optimismo y mejores expectativas económicas que surgieron a partir de 2018 tenían su fundamento en la “esperanza” de implementar buenas reformas en materias fundamentales, para asegurar un crecimiento económico y social relevante y de largo plazo.
Chile necesita modernizar su sistema tributario, hacerlo más simple, claro y eficiente. Necesita una legislación laboral para los tiempos que vienen, donde cada vez es más la gente que busca trabajar con flexibilidad y las empresas que requieren adaptar sus formas de producción a nuevas tecnologías. Es fundamental flexibilizar y agilizar los procesos de aprobación de proyectos de inversión, dar certeza jurídica a quienes quieren realizar nuevos desafíos, reduciendo la cantidad de trámites y permisos que se requieren para emprender. Se suma la urgente necesidad de reformas en pensiones, educación y salud.
Es lamentable que, a pesar de la velocidad con que se mueve el mundo, de lo vertiginoso de los cambios que está viviendo la humanidad, en Chile sea tan difícil construir acuerdos y poner el foco en el bien común, al momento de discutir y aprobar reformas.
En los últimos meses, hemos empezado a dudar cada vez más de la real capacidad de nuestra economía para mantener tasas sostenidas de crecimiento más cerca del 4% anual que del 1,5-2%. Una de las razones es, justamente, la sensación de que será imposible llegar a acuerdos para aprobar esas reformas estructurales que Chile tanto necesita. El menor crecimiento de la economía mundial, el riesgo de conflictos internacionales que alteren el orden natural del comercio internacional, sin duda influyen en la sensación térmica de nuestra economía. Pero a nivel local, la incapacidad de hacer reformas y construir acuerdos es una causa muy relevante de desaceleración, de proyectos de inversión que se dejan en “espera”, de iniciativas de emprendimiento que simplemente no se hacen. Al mundo político pareciera importarle más impedir que su contendor ideológico pueda tener éxito, que aportar al bienestar de toda la sociedad.
En este contexto, el gobierno tendrá que poner todo el esfuerzo en aquellas tareas que no necesiten reformas estructurales, pero que sí pueden impactar significativamente en calidad de vida. Simplificar procesos administrativos para aprobar proyectos de inversión y eliminar trámites engorrosos e innecesarios; mejorar la calidad de la atención al público en todos los servicios del Estado; promover la cultura cívica y el respeto al prójimo; combatir con firmeza a quienes trasgreden las normas de buena convivencia o destruyen espacios públicos; promover el sentido de responsabilidad cívica en la juventud; crear reglas e incentivos que motiven a trabajar y castiguen al que no permite hacerlo a los demás. En Chile son claramente más los que quieren construir un país mejor, los que están dispuestos a trabajar y sacrificarse para que sus hijos tengan un futuro mejor que el propio. No puede ser que una minoría —amparada en la ineficacia de incentivos o mecanismos para hacer valer el respeto a los derechos de la mayoría que busca el bien común— sea la que domine el ambiente, que no permita estudiar o hacer clases, que no dejar andar tranquilo por las calles temor a un asalto.
Resolver estos problemas cotidianos puede ser más potente y productivo que muchas de las reformas estructurales que la disputa política hoy no permite aprobar. En este contexto, el Programa “Clase Media Protegida” es un ejemplo –una esperanza- que se debería multiplicar.